Capítulo 16: “El final del Diario de una Aventura por Australia”

Viajar a Australia fue un proyecto con forma de aventura. Una apuesta al desconocido, un intento por probarnos. Sobre todo, una decisión clara: salir —o mejor dicho, ampliar— nuestra zona de confort.
Dicen que cuando vivís afuera un año, en realidad son siete. Me parece un poco exagerado, pero sí es cierto que se vive con intensidad, y que tus amigos pasan a ser tu familia. Creo que es una necesidad para todos, y a la vez, no creo que siempre pase. Al menos no con la calidad de seres humanos con la que nosotros nos encontramos.
Esa suerte, tanto con los nuevos vínculos como con los reencuentros, es lo que más recordaré y sobre lo que más reflexiono en esta instancia final del viaje como working holiday en Australia.
Prejuicios que se caen, mates que se comparten
Australia es un país de inmigrantes, y eso se nota. Conocí australianos, pero sobre todo gracias al petsitting, e incluso en esos casos, muchas veces no eran de familias australianas “de siempre”, sino familias que venían de otros países.
No sé si es esa mezcla, no sé si eran mis propios prejuicios —que viaje a viaje se van cayendo—, pero tenemos esta idea de que quienes no son de sangre latina son más fríos. Grave error. Tremendo prejuicio.
Es cierto que, como latinos, somos más intensos y más rápidos para entrar en confianza. Pero entre la generosidad y la amabilidad de la gente con la que hicimos petsitting, y la de mis compañeras de trabajo, me quedo sin palabras de lo agradecida que me siento. Personas consideradas y afectuosas.
A tal punto que muchas de ellas probaron el mate. ¿Qué mejor que eso? Personas dispuestas a contarte su historia y su cultura, y abiertas a conocer la tuya.
No me digan que los cuentos con final de Disney no existen, porque yo sigo sorprendida del amor recibido por parte de personas que, hasta hace muy poquito, eran completas desconocidas.


El mundo es chico, y los vínculos grandes
Me reencontré con personas de otra etapa de mi vida, allá por 2017, durante la working holiday en Nueva Zelanda. Tuve el honor de compartir mi cumpleaños con dos de ellas, volver a charlar, reírnos y recordar momentos que parecen de ayer, y al mismo tiempo, de otra vida. ¡Gracias, Flor y Lore, por ese hermoso desayuno!
Tener el espacio para reflexionar con otras personas migrantes es, para mí, clave para poder procesar todo lo que aprendemos y lo que nos pasa. Y más aún si son tan divertidas como ellas.
Otro reencuentro fue con Mati, que nos recibió con un asado en la playa —increíble— y, encima, sin él no nos hubiéramos enterado de que hay dulce de leche en la heladería Messina (dato clave para la supervivencia). Pero más importante aún: sin él no hubiéramos conocido a Mile. Una persona genial, de esas con las que podés estar horas hablando. Ahora me agarra fomo, porque siento que el tiempo nunca va a ser suficiente!
Y quien se lleva la estrella mundial: Meri. Una de las personas más amables e inteligentes de este mundo. Gracias a ella conocimos a Fede, y gracias a los dos nos anotamos en una nueva religión: ¡los viernes de pizza!
Incluso empezamos una ONG. Se llama ADEP, y si la quieren chusmear, les dejo el link por acá.
No existen palabras para todo lo que les tenemos que agradecer a estas personas. El nivel de contención, amor y cuidado que recibimos —y que pretendimos devolver, aunque parece imposible— nunca va a ser suficiente. Ellos piensan que son personas normales, pero son personas mágicas.
Como les digo: todavía no se inventaron tantas palabras para describirlos, agradecerles y explicarles el amor que les tenemos. Fueron, son y serán lo mejor que tiene Australia. Creo que cualquier persona que los haya conocido coincidirá conmigo.
Lo que yo no puedo creer es la suerte gigante que tuve de conocer a Meri en el 2017, cantar un par de veces Mamma Mia, llegar a Cairns y decirle: “Ayuda, estoy llorando, no quiero estar acá”, y que así, tan rápido, nos cambiaran la vida para siempre: Ayudándonos a que no nos derrote el país, y sobre todo, enseñándonos cómo ser más felices.


Aparte de todo esto —que ya es increíble— decidimos ir a Nueva Zelanda. No solo fue una maravilla poder volver a ver, abrazar y reírme con mis familias adoptivas de allá, también fue muy hermoso ver cómo crecieron, todo lo que aprendieron… y, al mismo tiempo, sentir que seguimos todos iguales y que los había visto ayer. Además, tuve el honor de que justo varias de esas amistades pudieran venir a Sydney y verlas antes de irnos.
Sé que estoy repetitiva, pero… ¿cómo puede ser que tenga tanta suerte?
Y si sigo agradeciendo, no termino más: los reencuentros desde Europa con el equipo del Tano, la Sofi con el Wos, la Helen, el Juanme de Flores, el Diego pasándonos a buscar por el aeropuerto con mate en mano, las compis de piso francesas, la misma llegada con Melu y Sofi y todo el pase de datos y cvs. Conocer a Albita y verla en ambos países. Esta lista podría ser infinita. Fue un año difícil, pero lleno de gente que hizo la diferencia.
Lo más increíble de todos estos reencuentros es que me siguen sorprendiendo… y, al mismo tiempo, siempre supe que iban a pasar.
Porque cuando vivís viajando, el mundo se vuelve más chico.
Y el comienzo de nuestra próxima aventura lo confirma una vez más: vamos a empezar por Osaka, donde vive nuestro ex compañero de piso de cuando recién llegábamos a Sydney.
¿Casualidad? Puede ser. Y sí, me sigo maravillando. Pero también sé que busco esto.
Porque, al final, podés recorrer todas las ciudades, subir a todos los miradores, aprender de todas las culturas…Pero lo que más vas a recordar es cantar karaoke con alguien que te conoce, reírte de historias viejas, escuchar las nuevas, y darte cuenta de que la vida sigue cruzando caminos.
Una y otra vez.
Reflexiones antes de seguir
Nos vamos con la valija más llena que cuando llegamos.
Pero no de ropa: de experiencias, amistades, aprendizajes… y versiones nuevas de quienes somos y de lo que queremos.
Australia fue una aventura, un desafío y una enorme sorpresa.
Gracias por leer, acompañar y formar parte de este camino.
Este blog fue mi manera de frenar en medio del caos y darle forma a todo lo vivido.
Lo que viene ahora también es un viaje.
“Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.” ― Michael Ende, The Neverending Story
Un abrazo fuerte,
Fiore