El viaje del héroe

Reflexiones de viaje desde un tatami japonés

Si me hubieran dicho que algún día iba a estar escribiendo reflexiones de viaje con un trajecito japonés, en una mesa sobre un tatami, en medio de la montaña… yo no sé ustedes, pero no les habría creído ni un poquito.

Frecuentemente me sorprendo de las cosas que hago, de los lugares a los que llego y de los vínculos que genero en el camino. Lo adjudico, quizás, a la inconsciencia ariana que me caracteriza… o tal vez sea ingenuidad. Mi pensamiento constante es: ¿y por qué no?

Nunca entendí a quienes no hacen lo que se les ocurre hacer. Entendí, sí, que no todos quieren invertir esa energía… o que, a veces, no lo quieren tanto como dicen. Esto aplica a cualquier cosa en la vida, pero yo les puedo hablar de viajar.


Lo que nadie te cuenta

Viajar (al menos como lo hacemos nosotros) no es tan fácil como parece. Es hermoso, sí, y no vengo a negar eso. Pero fácil, no. Implica energía, adaptación y muchas incomodidades: no entender el idioma, pasar el día entero con el traductor en la mano, no encontrar nada que te guste comer, no poder tomarte un mate en el camino, dormir mal, lidiar con el clima, con la “extranitis”, con las zonas horarias… y con las despedidas.

Adaptarse constantemente también cansa: aprender códigos nuevos, descubrir cómo moverte, entender cómo se hacen las cosas “acá” y, apenas lo lográs, volver a empezar en otro lugar.

Por eso, un consejo que siempre doy (y que sé que es correcto aunque me parezca imposible de seguir) es: descansá antes de llegar. Descansá antes de empezar una nueva ciudad, un nuevo país. Porque aunque nos encante la dinámica de la working holiday visa y nos sintamos invencibles cuando lo logramos, hasta los superhéroes se cansan.


Romper creencias

El día que me enteré de que había empanadas en otros países latinoamericanos se me partió el corazón. ¿Cómo que Argentina no era tan única como pensaba? Bueno… igual lo es. Pero, en esencia, todos los seres humanos somos iguales, aunque queramos creer que otras culturas son muy diferentes.

No sé si vieron el video de cómo aparecimos, mágicamente, en un festival japonés, en medio de la nada, para ver los fuegos artificiales más gigantes que vi en mi vida. Todos los japoneses hacían lo mismo que en cualquier lugar: reunirse con amigos, disfrutar la experiencia rodeados de familia, comer algo rico.

En todas partes del mundo queremos lo mismo: ser parte, ser amados, comer y descansar. No hay vuelta al mundo que te enseñe otra cosa. Podemos tener hábitos distintos o diferentes formas de espiritualidad; algunos comerán con picante y otros con sal. Algunos viven más años, otros más intensamente. Algunos cargan heridas propias, otros heredadas. Pero seguimos siendo la misma tribu que siempre fuimos.

Hay tantos viajeros como formas de viajar, pero creo que la esencia de nadie cambia, sin importar por dónde estés viajando. Solo tomamos lo nuevo que nos sirve, aprendemos lo que no queremos… y eso nos recuerda quiénes somos, algo imposible de esconder incluso en medio de la nada, en un país donde nadie te conoce.

Siempre me causa gracia cuando dicen que viajar es escaparse, cuando en realidad es la única forma en la que no podés escaparte de quien sos.


Para mí, cada viaje tiene algo de épico. Y no lo digo solo por los paisajes o las anécdotas, sino porque, de alguna manera, todas nuestras travesías siguen el mismo patrón que estudió Campbell, el escritor estadounidense que descubrió que, más allá de la cultura o la época, muchas narraciones comparten la misma estructura: el viaje del héroe. Esa aventura en la que alguien deja su mundo conocido, se enfrenta a desafíos, aprende algo transformador y regresa cambiado, listo para compartir lo aprendido.

Siempre amé las historias del camino del héroe. Nunca se me había ocurrido lo alineada que estaba con mi manera de vivir, pero cuando lo mirás así, todo tiene más sentido:

Salimos a mundos desconocidos, vivimos pruebas de distintas índoles todos los días, sea migrando o viajando, sea por nosotros, por nuestro entorno. No dejamos de reinventarnos en cada oportunidad, definiendo aún más quiénes somos.

Y cuando superamos esas pruebas, volvemos con algo nuevo para ofrecer. Seguramente aprendimos más de lo que creemos y obtuvimos más herramientas para lo que sea que esté por venir.

Porque en esta historia no sos espectador: sos el héroe, el personaje principal. Y siempre, durante el camino del héroe, habrá algo que te canse, que te haga querer arrepentirte o renunciar a todo. Pero cuando entendés que ese es tu papel, que esta es tu película, lo enfrentás con más fuerza… y lo superás.

Gracias por leerme, y hasta la próxima, viajeros.


Si este texto te resonó o te hizo pensar en tu propio viaje, me encantaría leerte. 

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